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lunes, 16 de marzo de 2009

Yo nací en Granadilla

Sí, yo nací en Granadilla. Y mi infancia la pasé tumbada en la playa de El Médano, jugando a las cartas, corriendo, nadando y disfrutando de uno de los paisajes más maravillosos que hay en Tenerife. Estoy segura de que todo el que ama su tierra como yo amo la mía puede entender los sentimientos que se producen cuando uno ve a políticos, empresarios y ecologistas pelearse en términos jurídicos y políticos sobre si se puede o no destruir un territorio en favor de sabe dios qué intereses.

Me da exactamente igual cuántos puestos de trabajo pueden crearse con el puerto de Granadilla y cuántos millones de euros pueden suponer a las arcas de quien sea. Y tampoco es que los sebadales que hay bajo las aguas me interesen demasiado, la verdad. Aunque si sirven de excusa para que no destrocen mi tierra, me haré amante de esas plantas acuáticas para el resto de mi vida.

Durante los últimos dos años, tras pasar buena parte de ellos como redactora de local en Las Palmas de Gran Canaria, he escuchado muchas veces hablar de sentimientos. Lo he escuchado cuando se hablaba de la conveniencia o inconveniencia de sacar la arena sobrante de la playa de Las Canteras. Lo escuché en boca del alcalde Jerónimo Saavedra y también de su concejal de Playas, Héctor Núñez. Así lo concluían: sacar la arena era una cuestión de sentimientos.

Y aunque sé que esas palabras no eran, probablemente, más que populismo gratuito, no dejo de suspirar pensando en qué hay de los sentimientos de la gente de Granadilla. ¿Qué pasa con los sentimientos de los que hemos crecido disfrutando de El Médano y su playa, de su viento, de su windsurf, de sus montañas Roja y Pelada, de sus pájaros? Sí, el puerto de Granadilla también es una cuestión de sentimientos. De los sentimientos de los que no podemos siquiera imaginarnos nuestro pueblo, el paisaje de nuestra playa, mancillado por buques petroleros yendo y viniendo.


Yo nací en Granadilla, y porque tengo sentimientos, digo que NO al puerto

Los sentimientos de quienes queremos seguir bañándonos en un mar limpio que no nos deje los pies llenos de piche. Los sentimientos de aquellos a los que nos gustaría que nuestros hijos conocieran el pueblecito costero, limpio, lindo en el que nosotros crecimos. Los sentimientos de quienes nos negamos a aceptar que los caprichos políticos logren cargarse la belleza de una de las pocas playas naturales grandes con las que cuenta Tenerife.

Sí, señores, yo nací en Granadilla, y porque tengo sentimientos, digo que NO al puerto. Y lo digo sin complejos, sin miedos y sin remordimientos. Pues, aunque siempre he sido contraria a que los periodistas nos manifestemos de un lado u otro en conflictos políticos o judiciales, pues creo nuestra imparcialidad marca nuestra profesionalidad; en este caso, antes que periodista tengo que ser persona, tengo que ser ciudadana, ciudadana de Granadilla, y como tal no puedo callarme.

Por eso NO. Un no rotundo, convencido y a voz en grito. Un no enorme al puerto de Granadilla.

Y sólo espero que tras más de diez años de lucha, por fin, alguien me convenza de que se puede confiar en la justicia por encima de la política agresiva y destructora que se ha instalado en nuestro Archipiélago. Sólo espero que el no a voz en grito de 50.000 personas en la calle haya servido hoy para algo más que para llenar páginas de periódicos. Y espero que los sebadales, o las mentiras descubiertas de algunos, o el sentido común, lo que sea, logren salvar mi playa de la ambición de unos pocos.