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lunes, 19 de noviembre de 2007

Una tragedia muda

"Lo siento. Lo siento, papá. No lo volveré a hacer. Para por favor, no me pegues más..."

El cariño. Ese es el motor que mueve al niño. Cuando somos pequeños nuestro único objetivo en la vida es que nos quieran, que nuestros padres nos quieran, que nos hagan caso, sentirnos arropados y protegidos. El niño sólo quiere afecto y quitárselo es su mayor castigo. Usar esa conciencia para educar es una técnica que muchos psicólogos infantiles recomiendan por encima del castigo físico. Por el contrario, el insulto, la humillación, la fuerza física, pueden provocar en los menores un daño irreparable que acaba manifestándose a partir de la adolescencia a través de dolencias psicológicas que pueden ir desde la depresión hasta el trastorno de la personalidad, derivando incluso en enfermedades mentales más graves.

Cuando uno se convierte en adulto, a menudo sufre una auténtica amnesia respecto a los sentimientos que tenía de niño. Es difícil pararse a recordar cómo nos podía hacer sentir una regañina de nuestros padres. Sin embargo, debería ser una práctica frecuente para los padres. No sería muy difícil entonces comprender hasta qué punto puede llegar a destrozar a un niño que sus padres, los únicos seres que tiene sobre la tierra, esos de los que depende, le hagan daño.

Miedo, angustia, incomprensión, sentimiento de culpa, soledad, indefensión. Son sólo algunas de las muchas palabras que podrían definir el sentimiento de un niño maltratado. Con los años, el niño acaba aislándose, sintiendo vergüenza de sí mismo, sintiéndose culpable por la falta de cariño de sus padres, sintiéndose malo porque así se lo han hecho creer.

Nada justifica un cachetón a un niño. Nada. Y mucho menos una paliza. A los adultos se nos presupone la capacidad de raciocinio, de madurez y de autocontrol que debería ser suficiente para educar a nuestros hijos sin necesidad de emplear la violencia. Jugar con los afectos de un modo educativo, usar la inteligencia y la ventaja que nos dan los años para enseñar a los pequeños a cumplir con los valores que queramos inculcarles, debería ser suficiente para conseguir dicho objetivo.

Sin embargo, la sociedad de hoy en día sigue justificando y perdonando el cachete. Seguimos viendo en la calle padres que pegan a sus hijos, la mayor parte de las veces en arranques de ira incontrolados, como vía para descargar la propia impotencia para educar más que como medio para hacerlo. Y seguimos callando.

"Me cago en tu madre", "niño tú eres tonto", "te voy a partir la cara", "te doy un bofetón que te acuerdas", se sigue oyendo a diario en los supermercados, en la consulta del médico, en los parques. Y nadie dice nada.

Si mañana viéramos a un hombre pegar un bofetón a una mujer en mitad de la calle, pocos dudaríamos en coger el teléfono y llamar a la policía. Si escuchásemos gritos en la casa de al lado de una mujer a la que le están pegando, llamaríamos inmediatamente. Es un gran avance en la lucha contra la violencia de género que en los últimos años las políticas gubernamentales y las campañas de concienciación han conseguido.

Sin embargo, seguimos pasando de largo cuando vemos a una madre pegar a su hijo. Seguimos haciendo oídos sordos cuando escuchamos a un niño llorar porque su padre le está pegando. Seguimos escuchando y asintiendo cuando los padres justifican estos golpes, estos insultos, con frases como "es que si no, no aprende". Y mientras tanto, 417.542 menores siguen sufriendo habitualmente malos tratos físicos y psicológicos en toda España.

Hoy es el Día Mundial de la Infancia. Un día para sentarnos y acordarnos de que una vez nosotros también fuimos niños. Un día para hacer examen de conciencia y pensar que los niños de hoy son los adultos que levantarán el mundo mañana. Un día para mirarnos a nosotros mismos, para mirarnos por dentro, y escucharnos y descubrir cuántas de nuestras malas actitudes, de nuestras fobias, de nuestros defectos y nuestras manías no procederán de una palabra mal dada por nuestros padres, de un bofetón incomprendido, de un sentimiento de desamparo. Hoy es el día para mirarnos y a continuación mirar a nuestros hijos, y entonces decidir cómo queremos que sean.


lunes, 5 de noviembre de 2007

¿Canarias se ha vuelto loca?

Estoy que no quepo en mí de la indignación. Así mismo lo digo. Ya no sé si los políticos se han vuelto locos, si son los directores de ciertos medios de comunicación o si es que han echado alguna sustancia psicotrópica en el agua del grifo de algunas zonas de Canarias, pero esto no hay quien lo entienda.

Llevamos meses escuchando la pataleta de la Ley de Residencia para Canarias. Y digo meses por no decir años, pues es algo que viene rumiándose en los circulillos de debate desde hace muchísimo tiempo.

El motivo: no cabemos más en estas pequeñas siete islas. De acuerdo. No es que no quepamos más pero ya estamos al borde. Bien. Hay que hacer algo. Vale.

¿Una ley de residencia? Bueno, es posible. Bien planteada podría no estar del todo mal. Recuerdo hace algunos años que se planteó la posibilidad de, primero en islas pequeñas y luego con el tiempo en las más grandes, ir limitando los permisos de compra de segundas residencias a extranjeros.

El planteamiento tenía su lógica: Canarias es pequeña, hay poco espacio y, por tanto, cada vez menos suelo para viviendas de primera residencia. Por lo tanto la idea de que los extranjeros no pudieran comprarse sus casas para venir sólo de vacaciones era buena. Si quieren venir de vacaciones que se gasten el dinero en un hotelito que además vivimos de eso. Hasta ahí estupendo.

Pero, es que ahora lo que se pretende es no sólo limitar el acceso a las segundas y primeras residencias en las Islas, sino que, por lo que publicaba el pasado viernes el periódico chicharrero Diario de Avisos, la proposición llega al límite de intentar limitar el acceso a la sanidad, la educación y otros servicios públicos a los no residentes, además de hacer que prime la condición de residente canario para conseguir trabajo.

¿Nos hemos vuelto locos? ¿En qué queremos convertir las Islas? ¿Acaso creen que haciendo eso van a conseguir que los inmigrantes desistan de venir a Canarias? No, señores míos, no. Lo único que se consigue con eso es dejar en la calle y la precariedad a los que vengan, llenando nuestras calles de desafortunados y nuestras ciudades y pueblos de guetos, llenos de pobres infelices sin derecho a lo más básico.

Si a estas idas de olla de nuestros políticos (que deben estar fumando algo extraño en el Parlamento, seguro), les sumamos los desvaríos de ciertos medios de comunicación que en los últimos meses se han empeñado en iniciar una campaña ultranacionalista, permitiendo incluso la publicación de artículos de opinión a un loco histórico de estas tierras que sigue (erre que erre) reclamando la independencia de Canarias, ya es para echarse una las manos a la cabeza. Y cito textualmente porque esto es demencial:

"Hablar de leyes para controlar la inmigración en estos momentos es desconocer que somos un territorio colonial y que al no ser una nación, un estado, no podemos establecer y controlar nuestras fronteras. Cuando se establezca la República Canaria, el gobierno regulará y controlará nuestras fronteras como cualquier país soberano; igualmente establecerá nuestras aguas interiores y nuestra zona económica marítima, en 200 millas o en 350, como nos autoriza la Convención Internacional sobre el mar de Montego Bay" (Antonio Cubillo Ferreira).

Y lo peor, que te paras en la calle a escuchar un poco a los señores después de leer los periódicos y oyes cosas como, "pues claro, lo que hay es que blindar Canarias, cerrar las fronteras y que no entre ninguno más, y a los que están dentro matarlos de hambre pa que se larguen". Nada, y ya que estamos ¿por qué no los cogemos, nos los llevamos al monte y los fumigamos como ratas? O mejor aún, los metemos en cámaras de gas y listo, ¿para qué vamos a andarnos con chiquitas?

Y sigo escuchando y llega entonces el: "eso eso, que no entre ninguno y los godos tampoco, Canarias pa los canarios". Y ya lo que me entran son ganas de echarme a llorar.

O yo crecí en los mundos de Yupi o la gente se está volviendo loca, porque hasta donde yo recuerdo, vale, pirados pidiendo la independencia canaria y eso de "fuera godos" es muy viejo, pero se había quedado tan manío y polvoriento como el propio Cubillo en estas tierras. Y ya lo de la inmigración... si yo crecí escuchando eso de "la octava isla" y de la hermanación con América...

¡Exijo que las autoridades oportunas hagan inmediatamente una inspección de los canales de abastecimiento de agua de Tenerife (concretamente de Tenerife porque parece que es dónde más afecta la enajenación) en busca del veneno que está ablandando los cerebros de nuestra gente! ¡Y es urgente!