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jueves, 11 de octubre de 2007

La culpa es de Babel

Hace demasiado tiempo que, por motivos laborales, tengo abandonadas estas cartas de ajuste y hay muchos temas que me hubiera gustado ajustar y se han quedado en el tintero. Pero bueno, hoy voy a ceñirme a lo más reciente.

Acabo de llegar de Barcelona, de unas fugaces aunque intensas vacaciones. Allí me he quedado maravillada con la arquitectura de una ciudad que, además, funciona como una máquina bien engrasada, en la que sus calles limpias, su tráfico fluido y su civismo general, quedan enmarcados por la majestuosa originalidad de sus edificios llenos de coloridos y de formas sinuosas, sus amplios parques y plazas y su arboleda constante recorriendo calles, paseos y avenidas.

A todo ello, nada que objetar: no cabe duda de que los catalanes son únicos en las gestión de sus recursos.

Sin embargo hay una cosa ajustable en Cataluña: el idioma. Es una discusión vieja, lo sé. Pero, tan vigente como la desigualdad que provoca.

Yo no tengo nada en contra del nacionalismo catalán, al menos de entrada, ni de ningún nacionalismo bien entendido (aunque considero que en los extremos se sitúa siempre el peligro). Pero, en el caso del idioma en Cataluña, creo, con perdón, que se pasan tres pueblos.

No es posible que yo viaje dentro de mi país y tenga que matarme a descifrar lo que dicen los carteles de cada esquina. Catalán, sí, pero en convivencia. Cuidar el idioma, respetarlo, fomentarlo y transmitirlo está muy requetebien y es muy loable. Pero, imponerlo, no sólo es un abuso sino que resulta contraproducente.

La letra con sangre ya no entra como antaño. Y eso de que un catalán tenga en cualquier parte del país las mismas oportunidades que el resto de los españoles, tanto para estudiar como para trabajar o relacionarse, mientras que un ciudadano de cualquier punto de España se tropieza en Cataluña con el muro del idioma para acceder a estudios o puestos de trabajo, no sólo es discriminatorio, sino que es insolidario, oportunista y crea el efecto contrario al que (supongo) busca el gobierno catalán con las medidas adoptadas en este sentido, esto es, fomentar el habla de dicho idioma, provocando por contra rechazo y hasta hastío.

No es justo que uno se sienta extranjero en su país. Por mí, que quemen todos los retratos del rey que tengan a bien, que reclamen todas las competencias del estado que consideren oportunas, que sigan gestionando, tan bien como lo hacen, sus pueblos y ciudades, y que hablen en catalán si quieren, todo lo que quieran y cuando quieran, pero que no obliguen a los recién llegados a hacerlo o morir en la incomprensión y la falta de oportunidades. Solidaridad con el pueblo catalán, sí, sí, toda la del mundo, como si se quieren independizar, ahí estaré yo para apoyarles si hace falta, pero mientras no lo hagan, el resto de los españoles merecemos en su tierra el mismo respeto y las mismas facilidades que ellos consiguen en cualquier otro punto del país.

Y, si no, voy a reclamar que se establezca el guanche como idioma oficial de Canarias y a ver quién sale perdiendo, ¡ea!

3 comentarios:

Ami dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Vanessa Del Cristo dijo...

Jajajajaja... pues va a ser que tienes razón en todo... como todas las madres... jajajaja

Empezando por lo último, me acuerdo de la primera vez que fui al pueblo de mi exnovio, uno de por ahí abajo como tu dices, y empezó a hablar con sus amigos "ozú illo, tequipoíya! ta ziendo illo? tequiyá?"... Yo pensaba que hablaban en clave para que no me enterara, te lo juro.. jajajaja...

Y sobre lo otro que comentas, pues es verdad que en la calle en Barcelona se habla más español que catalán, precisamente por eso me cabrea tanto que luego pongan todos los carteles en catalán solamente y, más que eso, que yo no tenga posibilidad alguna de trabajar en Barcelona ni haya podido estudiar la carrera allí porque no sé hablar catalán!!

Y lo de que me gusta provocar, ya sabes que sí :-P Pero lo que digo es cierto!!

Kiski dijo...

Cataluña tiene un tesoro y ellos mismos lo están convirtiendo en un problema.

No me parece mal que haya carteles en catalán, pero sí la desigualdad de oportunidades.

Un Saludo