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viernes, 21 de diciembre de 2007

Me voy de vuelta

Bueno, pues nada, parece que ya está aquí la navidad... cómo todos los años...

Es curioso que todo el mundo jure y perjure que odia estas fechas, pero luego las calles están hasta arriba de gente comprando regalitos, turrones, mazapanes... Pues para no gustarles bien que le dan al consumismo.

Yo creo que es que queda bien eso de decir que uno odia estas fechas. Queda alternativo.

Aunque, bueno, siendo justos es cierto que a los que hemos perdido seres queridos estas fechas siempre dan algo de morriña. Pero, eso debe ser cómo cada uno se lo tome. La navidad no debería producir bajón por los que faltan, pues probablemente los recuerdos que tenemos de ellos en estas fechas son los más felices y no hay que renunciar a la sonrisa que nos provocan cuando llegan a nuestra mente.

Para mí la navidad, desde hace ya no sé cuántos años, es época de viajes. Debe ser que de pequeña me gustó aquel anuncio de "vuelve a casa, vuelve", que cuando me hice mayor decidí irme lejos para tener siempre que estar volviendo.

Es curioso. Lo de volver, digo. Es curioso y agradable. Creo que si jamás hubiera salido de mi casa, de mi pueblo y de mi isla, los odiaría con todas mis fuerzas. Segurísimo. Sin embargo, esto de volver... Hacer las maletas, elegir los regalos que llevas (yo este año a mí misma, que es bastante jeje), llegar al aeropuerto y ver el rostro de la gente querida, llegar a casa y aspirar el olor a la comida de mamá, volver a la habitación de siempre, a las calles de siempre, a los amigos de siempre... Es un continuo redescubrimiento de quienes fuimos. Un continuo reinventarse a uno mismo, un continuo reencuentro con el pasado.

Debe ser por eso que a mí estas fechas me producen todo lo contrario a la tristeza. Para mí es una época de luz, de canciones, de cariño, de buen vino y buena mesa, de sonrisas....

Así debería ser para todos.

Nada amigos, que me voy de vuelta. Mis maletas, mi gata, mi pata de jamón y yo nos vamos a coger ese avión hacia el pasado para disfrutar más que nunca del presente.

Feliz Navidad a todos los que pasen por este buzón y que el 2008 llegue cargado de sonrisas.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Sé lo que hicisteis...

Enganchada me tienen, sí. Ya no veo otra cosa. Bueno, teniendo en cuenta que, como ya he dicho en alguna ocasión, no tengo tele en casa, tampoco es que tenga muchas opciones. Pero, la verdad, estando el programa 'Sé lo que hicisteis' de La Sexta en Youtube, ¿para qué quiero más? No sólo hacen un repaso estupendo por todo lo que se ha dicho cada día en televisión, sino que además lo hacen diciendo lo que a muchos nos gustaría gritar a los cuatro vientos.

Para mí, sinceramente, es un lujo. Ver la tele a través de los ojos de Ángel Martín y Patricia Conde me ahorra los gritos que, hasta que dejé de tener televisión en casa, pegaba cada vez que encendía el bendito aparato. Es lo más que haya alguien en ese business que es la tele pública (o como ya la llaman algunos: la televisión de los pobres) que tenga las narices de llamar a cada cosa por su nombre.

Y vaya nombres... Si es que para mí han logrado cambiarle la nomenclatura a los programas de televisión. El programa 'Está Pasando' ahora se llama el de 'el tirantes y la otra', el de Ana Rosa Quintana (que de verdad no sé cómo se llama) para mí es ya el programa de 'arrrr', y 'Territorio Comanche', que no sabía ni que existía, es el de 'la "profesional" Cristina Tárrega'... y así con todo... Son buenísimos.

Ahora en vez de cabrearme por lo mierda que es la televisión, me río de ello gracias a estos chicos. Y lo mejor de todo, ver cómo les jode a los criticados (precisamente aquellos que más y peor critican de otros): J.J. Vázquez (alias mermelada de fresa) está que trina y lo demostró acusando a La Sexta de repartir droga a sus trabajadores; la "error informático", alias "yo no plagié un libro, fue mi negro" echa humo y acusa al programa de aprovecharse del trabajo de los demás (está ella buena) y, el resto de personajuchos de turno (léase Gonzálo Miró, Risto Mejide - alias Evaristo - y un largo etcétera), es oír el nombre del programa y salirles fuego por las orejas...

Y sobra hablar de lo buenos que son los presentadores y colaboradores del programa. Mira que a mí la Patricia Conde no me hacía mucha gracia, la muchacha. Antes me parecía la típica rubia tonta (ahora sólo hace de rubia tonta) a la que habían metido en esto del humor con calzador, pero la verdad es que en este programa lo hace bastante bien. Luego está Ángel Martín, que ya me volvía loca cuando era monologuista de la Paramount Comedy y mucho más cuando luego pasó a La Noche con Fuentes y Co., donde hacía de tirado despistado que no sabía ni para qué estaba allí - ya por entonces se le daba de muerte reírse de los programas chorra de la tele y de las revistas del corazón. Otra muy buena es Pilar Rubio, que dentro de su papel de guapa guapísima, tiene mucho arte la chiquilla, me dan hasta envidia los reportajes que hace. Y Miki Nadal, que a mí tampoco es que me haga mucho aquel, pero bueno, los vídeos que trae son muy cachondos. Y ahora, además tienen dos nuevos, Dani Mateo, que todo el mundo se mete con él, probriño, pero que a mí me parece que no lo hace mal; y Berta Collado, que da el toque de seriedad, sin perder la gracia, a los contenidos. Vamos, un plantel de lujo.

Para no ver nada más, lo que yo os diga. Aquí os dejo el link del muchacho que diariamente cuelga los capítulos y un cachito de uno de los últimos para que lo disfrutéis.



lunes, 19 de noviembre de 2007

Una tragedia muda

"Lo siento. Lo siento, papá. No lo volveré a hacer. Para por favor, no me pegues más..."

El cariño. Ese es el motor que mueve al niño. Cuando somos pequeños nuestro único objetivo en la vida es que nos quieran, que nuestros padres nos quieran, que nos hagan caso, sentirnos arropados y protegidos. El niño sólo quiere afecto y quitárselo es su mayor castigo. Usar esa conciencia para educar es una técnica que muchos psicólogos infantiles recomiendan por encima del castigo físico. Por el contrario, el insulto, la humillación, la fuerza física, pueden provocar en los menores un daño irreparable que acaba manifestándose a partir de la adolescencia a través de dolencias psicológicas que pueden ir desde la depresión hasta el trastorno de la personalidad, derivando incluso en enfermedades mentales más graves.

Cuando uno se convierte en adulto, a menudo sufre una auténtica amnesia respecto a los sentimientos que tenía de niño. Es difícil pararse a recordar cómo nos podía hacer sentir una regañina de nuestros padres. Sin embargo, debería ser una práctica frecuente para los padres. No sería muy difícil entonces comprender hasta qué punto puede llegar a destrozar a un niño que sus padres, los únicos seres que tiene sobre la tierra, esos de los que depende, le hagan daño.

Miedo, angustia, incomprensión, sentimiento de culpa, soledad, indefensión. Son sólo algunas de las muchas palabras que podrían definir el sentimiento de un niño maltratado. Con los años, el niño acaba aislándose, sintiendo vergüenza de sí mismo, sintiéndose culpable por la falta de cariño de sus padres, sintiéndose malo porque así se lo han hecho creer.

Nada justifica un cachetón a un niño. Nada. Y mucho menos una paliza. A los adultos se nos presupone la capacidad de raciocinio, de madurez y de autocontrol que debería ser suficiente para educar a nuestros hijos sin necesidad de emplear la violencia. Jugar con los afectos de un modo educativo, usar la inteligencia y la ventaja que nos dan los años para enseñar a los pequeños a cumplir con los valores que queramos inculcarles, debería ser suficiente para conseguir dicho objetivo.

Sin embargo, la sociedad de hoy en día sigue justificando y perdonando el cachete. Seguimos viendo en la calle padres que pegan a sus hijos, la mayor parte de las veces en arranques de ira incontrolados, como vía para descargar la propia impotencia para educar más que como medio para hacerlo. Y seguimos callando.

"Me cago en tu madre", "niño tú eres tonto", "te voy a partir la cara", "te doy un bofetón que te acuerdas", se sigue oyendo a diario en los supermercados, en la consulta del médico, en los parques. Y nadie dice nada.

Si mañana viéramos a un hombre pegar un bofetón a una mujer en mitad de la calle, pocos dudaríamos en coger el teléfono y llamar a la policía. Si escuchásemos gritos en la casa de al lado de una mujer a la que le están pegando, llamaríamos inmediatamente. Es un gran avance en la lucha contra la violencia de género que en los últimos años las políticas gubernamentales y las campañas de concienciación han conseguido.

Sin embargo, seguimos pasando de largo cuando vemos a una madre pegar a su hijo. Seguimos haciendo oídos sordos cuando escuchamos a un niño llorar porque su padre le está pegando. Seguimos escuchando y asintiendo cuando los padres justifican estos golpes, estos insultos, con frases como "es que si no, no aprende". Y mientras tanto, 417.542 menores siguen sufriendo habitualmente malos tratos físicos y psicológicos en toda España.

Hoy es el Día Mundial de la Infancia. Un día para sentarnos y acordarnos de que una vez nosotros también fuimos niños. Un día para hacer examen de conciencia y pensar que los niños de hoy son los adultos que levantarán el mundo mañana. Un día para mirarnos a nosotros mismos, para mirarnos por dentro, y escucharnos y descubrir cuántas de nuestras malas actitudes, de nuestras fobias, de nuestros defectos y nuestras manías no procederán de una palabra mal dada por nuestros padres, de un bofetón incomprendido, de un sentimiento de desamparo. Hoy es el día para mirarnos y a continuación mirar a nuestros hijos, y entonces decidir cómo queremos que sean.


lunes, 5 de noviembre de 2007

¿Canarias se ha vuelto loca?

Estoy que no quepo en mí de la indignación. Así mismo lo digo. Ya no sé si los políticos se han vuelto locos, si son los directores de ciertos medios de comunicación o si es que han echado alguna sustancia psicotrópica en el agua del grifo de algunas zonas de Canarias, pero esto no hay quien lo entienda.

Llevamos meses escuchando la pataleta de la Ley de Residencia para Canarias. Y digo meses por no decir años, pues es algo que viene rumiándose en los circulillos de debate desde hace muchísimo tiempo.

El motivo: no cabemos más en estas pequeñas siete islas. De acuerdo. No es que no quepamos más pero ya estamos al borde. Bien. Hay que hacer algo. Vale.

¿Una ley de residencia? Bueno, es posible. Bien planteada podría no estar del todo mal. Recuerdo hace algunos años que se planteó la posibilidad de, primero en islas pequeñas y luego con el tiempo en las más grandes, ir limitando los permisos de compra de segundas residencias a extranjeros.

El planteamiento tenía su lógica: Canarias es pequeña, hay poco espacio y, por tanto, cada vez menos suelo para viviendas de primera residencia. Por lo tanto la idea de que los extranjeros no pudieran comprarse sus casas para venir sólo de vacaciones era buena. Si quieren venir de vacaciones que se gasten el dinero en un hotelito que además vivimos de eso. Hasta ahí estupendo.

Pero, es que ahora lo que se pretende es no sólo limitar el acceso a las segundas y primeras residencias en las Islas, sino que, por lo que publicaba el pasado viernes el periódico chicharrero Diario de Avisos, la proposición llega al límite de intentar limitar el acceso a la sanidad, la educación y otros servicios públicos a los no residentes, además de hacer que prime la condición de residente canario para conseguir trabajo.

¿Nos hemos vuelto locos? ¿En qué queremos convertir las Islas? ¿Acaso creen que haciendo eso van a conseguir que los inmigrantes desistan de venir a Canarias? No, señores míos, no. Lo único que se consigue con eso es dejar en la calle y la precariedad a los que vengan, llenando nuestras calles de desafortunados y nuestras ciudades y pueblos de guetos, llenos de pobres infelices sin derecho a lo más básico.

Si a estas idas de olla de nuestros políticos (que deben estar fumando algo extraño en el Parlamento, seguro), les sumamos los desvaríos de ciertos medios de comunicación que en los últimos meses se han empeñado en iniciar una campaña ultranacionalista, permitiendo incluso la publicación de artículos de opinión a un loco histórico de estas tierras que sigue (erre que erre) reclamando la independencia de Canarias, ya es para echarse una las manos a la cabeza. Y cito textualmente porque esto es demencial:

"Hablar de leyes para controlar la inmigración en estos momentos es desconocer que somos un territorio colonial y que al no ser una nación, un estado, no podemos establecer y controlar nuestras fronteras. Cuando se establezca la República Canaria, el gobierno regulará y controlará nuestras fronteras como cualquier país soberano; igualmente establecerá nuestras aguas interiores y nuestra zona económica marítima, en 200 millas o en 350, como nos autoriza la Convención Internacional sobre el mar de Montego Bay" (Antonio Cubillo Ferreira).

Y lo peor, que te paras en la calle a escuchar un poco a los señores después de leer los periódicos y oyes cosas como, "pues claro, lo que hay es que blindar Canarias, cerrar las fronteras y que no entre ninguno más, y a los que están dentro matarlos de hambre pa que se larguen". Nada, y ya que estamos ¿por qué no los cogemos, nos los llevamos al monte y los fumigamos como ratas? O mejor aún, los metemos en cámaras de gas y listo, ¿para qué vamos a andarnos con chiquitas?

Y sigo escuchando y llega entonces el: "eso eso, que no entre ninguno y los godos tampoco, Canarias pa los canarios". Y ya lo que me entran son ganas de echarme a llorar.

O yo crecí en los mundos de Yupi o la gente se está volviendo loca, porque hasta donde yo recuerdo, vale, pirados pidiendo la independencia canaria y eso de "fuera godos" es muy viejo, pero se había quedado tan manío y polvoriento como el propio Cubillo en estas tierras. Y ya lo de la inmigración... si yo crecí escuchando eso de "la octava isla" y de la hermanación con América...

¡Exijo que las autoridades oportunas hagan inmediatamente una inspección de los canales de abastecimiento de agua de Tenerife (concretamente de Tenerife porque parece que es dónde más afecta la enajenación) en busca del veneno que está ablandando los cerebros de nuestra gente! ¡Y es urgente!

martes, 30 de octubre de 2007

Momo, no te entiendo

Ayer salió al fin a la luz la esperada entrevista aJerónimo Saavedra, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, en la revista 'Interviú'. He de reconocer que me he reído bastante con los arranques tanto del periodista como del alcalde y, quizás, incluso más con el periodista que con el alcalde y ya es difícil, que de todos es sabido la gracia que se gasta el señor Momo.

Sin embargo, hay algo que sigo sin comprender: su rechazo a la Ley de Memoria Histórica. Y no es por el hecho de que vaya en contra de las directrices que marca su partido (PSOE) a nivel nacional, que eso me parece hasta valiente y honrado, sino porque no comprendo que un hombre liberal y comprometido como lo es él se posicione en un lugar que puede resultar bastante insensible para los que aún conservan heridas abiertas de la época franquista.

Para explicarse, afirma que "son capítulos que se cerraron en la transición y en la legislatura constituyente". Con éste es el segundo discurso en menos de cuatro días que escucho en boca del alcalde y que me recuerda sorprendentemente a los enarbolados por el Partido Popular. A lo dicho añade que "habiendo como ha habido manifestaciones tan crispadas, a lo mejor le estamos dando argumentos a la extrema derecha, heredera de la extrema derecha franquista, para que vuelva a las andadas. Y predicadores no faltan, aunque no lleven sotana", y ya me deja k.o.

¡Pero, bueno! ¿Qué quiere decir señor Saavedra? ¿Debemos entonces sucumbir al miedo antes de defender aquello en lo que creemos? Dudo mucho que fuera esa su perspectiva de la política cuando participó en la Transición española.

Desde siempre he presumido de no ser partidaria de partido alguno (valga la redundancia) y las ideologías tomadas con estrechez me parecen tan peligrosas como las mismas sectas. Pero, por una vez y sin que sirva de precedente debo posicionarme y me posiciono a favor de su partido y en contra de sus palabras.

No hace mucho leí en una entrevista al juez Garzón, publicada por El País, cómo el magistrado reclamaba un juicio póstumo a Francisco Franco por delitos contra la humanidad. Eso es lo justo. Los países civilizados rechazan la memoria de los dictadores. No creo que a un sólo alemán se le ocurriese la idea de que una de las calles de Berlín lleve el nombre de Hitler o de alguno de sus secuaces (a no ser a los famosos skin heads que tienen la cabeza tan vacía como sin pelo). Y hasta al mismo Pinochet están a ver por dónde lo consiguen trincar.

Sin embargo, en España tenemos que soportar cómo aún hay gente que se enerva ante la idea de que se retire la estatua de Franco de una plaza cualquiera, o asistimos a aseveraciones como que crear una ley para reconocer y compensar las pérdidas sufridas por millones de personas durante la guerra y la dictadura es un modo de dividir España.

Le doy la razón, sí, señor Momo, en eso de que predicadores nunca faltan y en que la extrema derecha de este país ha sacado todo su armamento demagógico a la calle con el debate de esta ley. Pero, ni creo que ese sea motivo suficiente para dejar sin derechos a los que se les fue arrebatado sin motivo, ni para mantener imágenes y nombres de asesinos de guerra y de un dictador sanguinario en las calles y parques de nuestro país; ni considero que la forma de aplacar las embestidas de los fanáticos sea callar y agachar la cabeza.

Gracias a (no digo a Dios porque no sería lógico) la democracia, la gran mayoría de los jóvenes de este país conocen y rechazan el discurso de la extrema derecha. Usted mismo lo mantenía en su entrevista, afirmando que "espero que el mismo miedo que provocan las actitudes extremistas del PP conducirá a la gente joven a las urnas a defender la conquista de derechos que hemos tenido".

En ese caso, ¿qué tiene de malo quitar a Franco de nuestras calles? ¿qué tiene de destructor ayudar a quienes perdieron a sus familiares durante la guerra y la dictadura a encontrarlos? ¿Que en la guerra también murieron y desaparecieron muchos falangistas? Sí, de acuerdo, busquémolos también, por eso no hay problema. Pero la guerra duró tres años, la dictadura casi 40. Y si los que perdieron a su familia en la guerra estando en el bando franquista tienen derecho a reclamar ayuda, con los mismos o más motivos lo tienen aquellos que durante 40 años sufrieron encierros, coacción e injusticia.

Me parece muy sorprendente que Jerónimo, hombre culto, moderno, liberal y homosexual, rechace tan a la ligera, poniendo como escusa el miedo, una ley que pretende resarcir a miles de personas de este país que, como probablemente le ocurrió a él mismo por su condición sexual, tuvieron que vivir en el silencio y la amargura o enfrentarse a la cárcel o la muerte, simplemente por pensar o actuar de un modo contrario a un tirano.

No te entiendo, Momo, no te entiendo.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Monos de chaqueta

Hoy publicaba 2ominutos.es la noticia de que un hombre en Barcelona ha sido multado por pasearse desnudo por la calle. Y digo yo, ¿qué hay de malo en andar desnudo? Voy a ahorrarme decir esas cosas de que estamos en el siglo XXI y del cambio en los conceptos morales y voy a hablar simplemente a través de la lógica.

Somos animales, no porque seamos unos bestias (que lo somos, unos más que otros, pero en general todos), sino porque así lo dicen los científicos. Y los animales van desnudos (excepto los pobres caniches de jubiladas aburridas que se dedican a vestir con jersey a sus pobres animalillos). Somos la única especie sobre la tierra que siente pudor y vergüenza de sí misma, cuando no hay nada más natural y normal que nuestro propio cuerpo. Y de eso tienen la culpa las religiones, que a lo largo de los siglos nos han convertido en monos con chaqueta y maletín.

Al mundo venimos desnudos y yo entiendo que con la pérdida paulatina de vello que ha sufrido la raza humana, sobre todo seguramente por esa manía de vestirnos, en invierno hace demasiado frío para ir con todo al aire. También entiendo que con los modelitos que nos sacan las firmas de ropa, una no se puede resistir a ir a la última. Pero, de ahí a que sea delito mostrarnos tal y como somos...

El mismo debate se abrió hace poco en Las Palmas de Gran Canaria. Esta ciudad cuenta con una de las playas urbanas más fabulosas de Europa, si no la mejor, y un grupo de naturistas saltó a la palestra recientemente por su reivindicación de tener un espacio propio en la capital grancanaria para practicar el nudismo.

El concejal de Playas de la ciudad, Héctor Núñez, un chavalito joven y muy moderno, al conocer la reivindicación aseguró públicamente no descartar la opción de habilitar un espacio de la principal playa capitalina para el disfrute de estos ciudadanos.

Pues se montó la gorda. El Partido Popular, en la oposición de este Ayuntamiento desde su fracaso en las últimas elecciones municipales, puso el grito en el cielo y foros de Internet, como el conocido por estas tierras 'miplayadelascanteras.com', se llenaron de quejas de ciudadanos por las declaraciones del joven edil socialista.

Y digo yo, ¿por qué? Porque a mí el rollo ese de que hay niños y del respeto no me cuadra, sinceramente. ¿Acaso piensan que es perjudicial para un niño ver un cuerpo desnudo? ¿Se creen que les va a causar un trauma? ¿Y qué falta de respeto hay en mostrar el cuerpo humano?

Falta de respeto es insultar, es censurar, coaccionar o prohibir actitudes que no atentan contra nadie. Pero, ir desnudo es simplemente lo que marca la naturaleza y ver una persona como vino al mundo no produce ni escozor, ni cáncer de ojos, ni atrofia cerebral (esa ya la tienen muchos sin necesidad de ver nada).

Lo que ocurre es que la falsedad y la doble moral impera en el mundo, y más que en ningún otro, en este país. Parece mentira que después de los años que han pasado, de lo que nos ha costado ser "europeos", todavía tengamos mentalidad de abuela. La libertad con respeto es la máxima expresión de la sociedad moderna y civilizada. Pero, el respeto y el civismo no tienen nada que ver con las normas arcaicas impuestas por religiones esclavizantes a lo largo de la historia.

La desnudez es natural, es sana y es incluso deseable. El ser humano debe crecer conociéndose y conociendo al prójimo, pues nada como eso le librará de los prejuicios, los complejos y la falta de autoestima. Y prohibirla, censurarla y sancionarla es cercenar los derechos individuales de los hombres sin razón lógica alguna.

domingo, 21 de octubre de 2007

Hasta siempre, Juan Antonio


Las ondas radiofónicas se llenaron anoche de duelo para despedir al que ha sido durante largos años el mago de las madrugadas y un referente de la cultura, del periodismo y de la historia de nuestro país. El periodista y escritor Juan Antonio Cebrián fallecía ayer de un infarto inesperado a sus 41 años, dejando huérfanos a miles de radioyentes que esperaban la llegada de su programa cada fin de semana para disfrutar de su voz magistral y de sus historias llenas de magia en La Rosa de los Vientos.

Hace unos minutos me ha llamado uno de esos fieles radioyentes, uno de tantos que he conocido en los últimos años y que, como yo misma, disfrutaban con admiración del talento de un ser especial y único. Hoy es un día negro para el periodismo y para la radio, sin lugar a dudas.

Aún recuerdo la primera vez que escuché la voz de Cebrián a través de las ondas. Fue hace a penas unos seis años, cuando aún su programa era diario. Recuerdo su descripción de la historia de Juana de Arco y cómo me maravilló la profusión de detalles que era capaz de aportar. Hablaba como si él mismo lo hubiera visto y vivido. Curiosa sensación producida por alguien que era invidente.

Sí, invidente. Fue algo de lo que me enteré años más tarde, cuando trabajando en Albacete tuve la suerte de cruzarme con un buen amigo suyo de la infancia que me contó ese detalle que para muchos seguidores del periodista que he conocido ha sido tan sorprendente como lo fue para mí. Siempre me pregunté cómo era capaz de dar tal profusión de detalles, de otorgar colorido, movimiento, realidad, a sus relatos, a la historia, si con sus ojos no era capaz de ver siquiera el presente.

Pero, ahí radica la magia del talento. La capacidad de contar, el haber nacido para contar incluso lo que no se puede ver como si se hubiera vivido. Ahí radicaba su poder, porque no hay ojos al otro lado de las ondas, por que no hay luz ni color en la radio, tan sólo el sonido, el sonido de su voz llevándonos con él a mundos extraños y maravillosos.

Del mismo modo, sus libros, sus fantásticos Pasajes de la Historia eran capaces de trasladarnos a las mismísimas calles de la Roma imperial, a los campos de batalla, al dormitorio de los reyes, haciéndonos sentir que veíamos con nuestros propios ojos cada una de las escenas que narraba. Aún cuando él siquiera podía ver el mundo que le rodeaba. Al menos, no con la vista, aunque sin duda sí con el corazón. Y es que, Cebrián siempre pudo ver mucho más allá de lo descubierto con los ojos.

Era un espíritu único, una mente privilegiada, un ser especial que hoy nos ha abandonado para siempre. Resulta duro pensar que nunca más volveremos a oír su voz abrazando las horas en la madrugada. Sin embargo, todos los que disfrutamos de él sabemos que no ha muerto, que no morirá nunca mientras perdure en nuestro recuerdo su voz, sus palabras y cómo nos hacía soñar con ellas.

Valgan estas palabras para dar desde aquí mi más sentido pésame tanto a su familia y amigos, como a la gran familia de la radio que hoy queda huérfana de historias.

Que en paz descanses, Juan Antonio.

sábado, 20 de octubre de 2007

Pobres hijos

El otro día lo comentaba con mi madre: pertenezco a una generación de hijos que seremos más pobres que nuestros padres. Y no es que mis padres estén forrados, créanme. Pero, echando un poco la vista atrás, pienso en el lugar del que partieron mis padres y el lugar al que han llegado y estoy convencida de que hoy en día sería imposible conseguir lo poco que ellos han conseguido en la vida.

Mis padres casi no estudiaron: el instituto, algún cursillo y poco más. Empezaron a trabajar muy jóvenes, como simples asalariados. Sueldos base que, en aquella época rondaban, como mucho, las cien mil pesetas (600 eurillos de los de ahora). Y con eso y todo, lograron tener su casa, amueblarla, comprarse dos coches y, años después, hasta meterse en un pisito de veraneo.

Hoy por hoy, los nombrados "sueldos base" ¿en cuanto están?. Algunos, os lo digo yo, siguen en esos 600 euros. Pero, seamos menos drásticos y hablemos del tan conocido mileurista de hoy en día. 1.000 euros al mes. Una pareja joven, preparada y con estudios, que si no no hay tu tía, en la que los dos tenga ese sueldo: 2.000 entre los dos tienen que alcanzar para pagar una hipoteca que, tal y como anda hoy el precio de la vivienda, sale por 1.000 al menos. Y hablamos de un pisito normal, dos habitaciones, salón y cocina en un barrio modesto de cualquier ciudad.

1.000 euros al mes durante cuarenta años para pagar la hipoteca con sueldos que a penas suben un 1 o 2 por ciento anual. Además, pagando agua, luz, teléfono, gasolina, impuestos por el/los coches, seguros y comida, porque hay que comer, amigos. Luego vienen los hijos y, si nos fiamos al menos de las estimaciones hechas por los jueces que imponen cargas de manutención por ahí, un hijo cuesta unos 200 euros al mes (yo diría que es más, pero fiémonos de la justicia).

Sumen ustedes porque yo soy de letras y no me salen las cuentas, la verdad. Pero yo diría que esta pareja prototípica acabaría viviendo debajo de un puente con sus churumbeles. Y ya no digamos si alguno de los dos corre con la mala suerte de quedarse sin trabajo...

En definitiva. Parece mentira, pero los hijos del franquismo tuvieron la oportunidad de hacerse con una estabilidad económica, una familia y un hogar acogedor - dos coches, perro, vacaciones en la playa o en la sierra -, mientras los hijos de la democracia vemos para nuestro futuro un cinturón al que no le caben ya más agujeros para apretárnoslo un poco más. En libertad, eso sí, pero muertos de hambre...

jueves, 11 de octubre de 2007

La culpa es de Babel

Hace demasiado tiempo que, por motivos laborales, tengo abandonadas estas cartas de ajuste y hay muchos temas que me hubiera gustado ajustar y se han quedado en el tintero. Pero bueno, hoy voy a ceñirme a lo más reciente.

Acabo de llegar de Barcelona, de unas fugaces aunque intensas vacaciones. Allí me he quedado maravillada con la arquitectura de una ciudad que, además, funciona como una máquina bien engrasada, en la que sus calles limpias, su tráfico fluido y su civismo general, quedan enmarcados por la majestuosa originalidad de sus edificios llenos de coloridos y de formas sinuosas, sus amplios parques y plazas y su arboleda constante recorriendo calles, paseos y avenidas.

A todo ello, nada que objetar: no cabe duda de que los catalanes son únicos en las gestión de sus recursos.

Sin embargo hay una cosa ajustable en Cataluña: el idioma. Es una discusión vieja, lo sé. Pero, tan vigente como la desigualdad que provoca.

Yo no tengo nada en contra del nacionalismo catalán, al menos de entrada, ni de ningún nacionalismo bien entendido (aunque considero que en los extremos se sitúa siempre el peligro). Pero, en el caso del idioma en Cataluña, creo, con perdón, que se pasan tres pueblos.

No es posible que yo viaje dentro de mi país y tenga que matarme a descifrar lo que dicen los carteles de cada esquina. Catalán, sí, pero en convivencia. Cuidar el idioma, respetarlo, fomentarlo y transmitirlo está muy requetebien y es muy loable. Pero, imponerlo, no sólo es un abuso sino que resulta contraproducente.

La letra con sangre ya no entra como antaño. Y eso de que un catalán tenga en cualquier parte del país las mismas oportunidades que el resto de los españoles, tanto para estudiar como para trabajar o relacionarse, mientras que un ciudadano de cualquier punto de España se tropieza en Cataluña con el muro del idioma para acceder a estudios o puestos de trabajo, no sólo es discriminatorio, sino que es insolidario, oportunista y crea el efecto contrario al que (supongo) busca el gobierno catalán con las medidas adoptadas en este sentido, esto es, fomentar el habla de dicho idioma, provocando por contra rechazo y hasta hastío.

No es justo que uno se sienta extranjero en su país. Por mí, que quemen todos los retratos del rey que tengan a bien, que reclamen todas las competencias del estado que consideren oportunas, que sigan gestionando, tan bien como lo hacen, sus pueblos y ciudades, y que hablen en catalán si quieren, todo lo que quieran y cuando quieran, pero que no obliguen a los recién llegados a hacerlo o morir en la incomprensión y la falta de oportunidades. Solidaridad con el pueblo catalán, sí, sí, toda la del mundo, como si se quieren independizar, ahí estaré yo para apoyarles si hace falta, pero mientras no lo hagan, el resto de los españoles merecemos en su tierra el mismo respeto y las mismas facilidades que ellos consiguen en cualquier otro punto del país.

Y, si no, voy a reclamar que se establezca el guanche como idioma oficial de Canarias y a ver quién sale perdiendo, ¡ea!

jueves, 13 de septiembre de 2007

¿El ciudadano nace o se hace?

El hombre es un animal a dos patas hasta que se demuestre lo contrario. Y, para colmo, es un animal egoísta, caprichoso y parasitario. Si al nacer nos dejaran sueltos en una selva con agua y comida para sobrevivir, estoy segura de que al crecer no tendríamos nada que ver ni con el bueno de Tarzán ni con el niño de la selva. Seríamos más bien una especie de hiena erguida, sanguinarios y traicioneros. ¿Exagero? A lo mejor, pero yo es que soy de la escuela de Hobbes.

El caso es que los seres humanos nos comportamos porque es necesario para nuestra propia supervivencia. Necesitamos llevarnos bien con el de enfrente no sea que le necesitemos y no sea que nos mate. Por eso existen las civilizaciones y por eso las reglas de éstas.

Hace unos días, Jerónimo Saavedra, actual alcalde de Las Palmas de Gran Canaria y exministro del último coletazo felipista, comentaba en una rueda de prensa que esta ciudad necesita más que ninguna la asignatura de Educación para la Ciudadanía, criticando así la decisión del Gobierno de Canarias de que esta asignatura no se imparta en las islas.

Yo no creo que Las Palmas de Gran Canaria sea precisamente una ciudad especialmente necesitada de civismo ciudadano. En realidad creo que, en comparación con otras ciudades de España, ésta es una ciudad bastante civilizadita. Pero, aún así, comparto el cabreo del alcalde porque el Gobierno de Canarias vete la asignatura en el Archipiélago.

Y es que, el motivo de tal decisión, por mucho que inventen, es político. La alianza PP-CC ha tenido que seguir los mandatos del PP central. Unos mandatos y una decisión que, a mi juicio, poco tiene que ver con las convicciones ideológicas del partido y más con la batalla por desestabilizar al Gobierno nacional a base de confundir a la gente.

De la bendita asignatura Educación para la Ciudadanía se ha dicho de todo. Desde que iban a enseñar a los niños a tener relaciones sexuales hasta que va en contra de los dogmas de la religión católica.

Por lo que he podido informarme hasta ahora, la materia en realidad trata de aunar lo que han sido hasta ahora las clases de ética con nociones básicas de derecho constitucional y de cultura general sobre democracia y civismo. Mezcla que, sinceramente, me parece muy apropiada y necesaria en la sociedad que vivimos.

Hace algunas semanas, en una de estas conversaciones que se tienen entre copa y copa con los amigos, comentábamos que resulta realmente impresionante como las generaciones nacidas tan sólo unos cinco o seis años después de la nuestra (los muchachitos de los ochenta) no tienen la menor idea de cómo funciona el gobierno, por qué hay qué votar, qué votan en cada momento o para qué sirve.

Hoy por hoy, preguntar a un chaval de entre 18 y 22 años la diferencia entre el Senado y el Congreso puede dejarlos estupefactos. No tienen la menor idea. Igual que no conocen cuales son sus derechos básicos o sus deberes. Y, claro, así vamos.

He podido leer en algunos foros y artículos de opinión voces que consideran que esta ignorancia se debe a que tenemos una democracia muy joven. No les quito razón en que la democracia es joven. Pero, sí recuerdo que mis padres, por el simple hecho de lo que les costó conseguirlo, saben a la perfección los pormenores que rodean a la democracia y, al menos a los niños de mi quinta, no dudaron en contárnoslos con pelos y señales.

El problema son los que han venido después. Hijos de padres que ya no vivieron tanto esa época mágica de la transición, de padres que se ven más metidos en el sistema de trabajar a destajo para sobrevivir en el que se ha hundido el país desde hace algunos años y que tienen menos tiempo para dedicarse a contarles batallitas políticas a sus hijos.

Y para sustituir esas batallitas, en el sistema educativo hasta ahora no ha habido nada. Hasta que el PSOE lo ha propuesto. No por merito propio, claro que no, sino siguiendo los modelos que ya se habían instaurado en Europa en este campo.

Y yo me pregunto, ¿dónde está el problema?

Me leo los contenidos y criterios de evaluación que se han establecido sobre la materia y ¡eureka! Con la iglesia hemos topado.

Bloque 2. Relaciones interpersonales y participación

  • Autonomía personal y relaciones interpersonales. Afectos y emociones.
  • Las relaciones humanas: relaciones entre hombres y mujeres y relaciones intergeneracionales. La familia en el marco de la Constitución española. El desarrollo de actitudes no violentas en la convivencia diaria.
  • Cuidado de las personas dependientes. Ayuda a compañeros o personas y colectivos en situación desfavorecida.
  • Valoración crítica de la división social y sexual del trabajo y de los prejuicios sociales racistas, xenófobos, antisemitas, sexistas y homófobos.
  • La participación en el centro educativo y en actividades sociales que contribuyan a posibilitar una sociedad justa y solidaria.

Ese es el punto negro de la bendita asignatura. El punto en el que se mete con las relaciones entre hombres y mujeres o trabaja en contra de las actitudes homófobas. Y claro, ¿cómo puede el Partido Popular, con los apoyos que recibe de la iglesia, acceder a una asignatura que incluya este tipo de materias?. Aunque dichas materias no vayan en contra de moral alguna (al menos de moral justificable alguna) y, por supuesto, aunque existan cuatro bloques más en la asignatura que tratan materias tan importantes como los derechos y deberes de los ciudadanos o el significado y funcionamiento del estado de derecho.

Llegados a este punto, me reafirmo en lo que he dicho siempre, no me caso con grupo político alguno, pero no puedo evitar darme cuenta, como se dan cuenta muchos de esos amigos míos de los ochenta, de cervezas y charlas profundas, de que la polarización de la derecha en España está perjudicando gravemente a la democracia y, sobre todo, al progreso de estos animales de dos patas hacia la condición de ciudadanos de mente lúcida.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Cosas de los pueblos

Yo no tengo televisor en casa, ¿para qué si normalmente no llego a tiempo ni de ver la carta de ajuste? De ahí el nombre de este blog, claro que hoy por hoy ya no hay carta de ajuste. La han sustituido por los concursos telefónicos estos que parece que están hechos por tontos, pero que en realidad son para estafar a los tontos que se lo creen. Total, que normalmente no veo la televisión. Pero, estos días que estoy de visita en casa de una tía mía con televisión por cable (¡qué invento el cable, oye!), he sucumbido a la tentación y algo he visto.

El otro día, haciendo zapping, me encontré con un programa nuevo. Bueno, nuevo para mí, que al igual llevan meses echándolo. Era un programa tipo 'España directo' pero más de cotilleo. Total, que salió la María Teresa Campos, que al parecer tiene un programa nuevo en la radio, y estaba comentando que va a salir una noticia "muy importante y que nunca ha pasado antes en este país" en las revistas de los próximos meses.

Allí empezaron a divagar sobre que posiblemente se trataba de la separación de Marichalar y la infanta Elena y yo, que para estas cosas siempre tiro de mi amiga Marisa, que es la que se entera de todo, la llamé para preguntarle si sabía algo. Ella me dijo que no sabía porque llevaba días sin ir a la redacción y no se había enterado, pero que en cuanto supiera me lo contaba. Luego se me olvidó preguntarle, la verdad.

Luego me quedé pensando qué carajo me importará a mí si se separan o no se separan. Si es que al final todos sucumbimos al embrujo de la prensa rosa. Total que, luego, siguieron sacando cosas y le tocó a la princesa Letizia. Contaban que en su pueblo natal le habían puesto un paseo con un monolito desde hace mucho tiempo y que la muchacha no había ido a inaugurarlo y que el pueblo estaba muy enfadado. Que digo yo que la chica no habrá tenido tiempo, tampoco es para ponerse así. Pero, ellos venga a darle vueltas, que si "hay que ver", que "cómo es posible que falte así al respeto a sus paisanos".

Y yo me sentí identificada la verdad. Y es que, cuando uno se va de su pueblo, por lo general lo hace para siempre. Es ley de vida. Una vez, durante una entrevista, Joaquín Sabina me dijo una frase de Freud que se me quedó grabada como una gran verdad: "uno tiene que matar a su padre y a su pueblo". Yo lo hice.

Y cuando lo haces, no es que ya no quieras a tu pueblo, ni que no te acuerdes de él, pero las cosas cambian, el tiempo pasa y cada vez una se siente menos de allí. Yo, cuando vuelvo a mi pueblo de visita (muy de cuando en cuando, la verdad) me siento como si estuviera viendo el escenario de una película de los ochenta. Todo sigue exactamente igual que entonces: las calles, los árboles, hasta las ancianas sentadas en el banco delante de la iglesia, que son las mismas y tienen las mismas arrugas (yo empiezo a pensar que son de cera y forman parte del mobiliario urbano).

Pero, lo agobiante es que la gente te mira. Tú no conoces a nadie, pero todo el mundo te conoce a ti, todo el mundo se acuerda de tu cara por muchos años que hayan pasado. Vas por la calle y, de repente, te para una vieja y te dice "uy, mi niña, ¡cuánto tiempo!" y empieza a preguntarte que si por tu madre, que si por tu padre, por lo que estudiaste, por el trabajo. Y tú venga a mirarla y ni idea, no consigues saber quien es. Pero, ella sí. Sabe perfectamente quien eres, quienes son tus padres, qué estudiaste, dónde, tu profesión, todo. ¡Da hasta miedo!

Y, claro, así ¿a quién le dan ganas de aparecer por allí? Total, que al final nunca vas y, si vas, intentas salir lo menos posible de la casa de tus padres para que no te vean. Porque, si sales, siempre te encuentras con algún listillo que te dice, "claro, como ya has renunciado a tus raíces, con lo que te queremos en el pueblo". Y tú lo miras y piensas: "Pero, tendrá cara, si éste era el que me pegaba chicles en el pelo en el patio del colegio".

Y es que, cuando uno crece y sale y más si tiene una profesión medianamente pública, parece que está en la obligación de abanderar a su pueblo y a su gente y de adorarla por sobre todas las cosas y, si no, es que eres un desagradecido. Eso sí, nadie se acuerda de cuando tenías siete años y te llamaban "pocas pecas", o de cuando a los 15 cuchicheaban sobre los ligues que tenías o dejabas de tener y le iban con el cuento a tu padre de con quien ibas o no. Entonces decían que eras una imbécil o una estirada o una listilla o vete tú a saber y se atrevían a vaticinar que acabarías trabajando en un supermercado o hasta metiéndote a puta.

Pero, claro, ahora no. Ahora te ven que has hecho algo con tu vida, en el caso de Letizia, más que algo, y te ponen una calle y un monolito y, si una no puede pasar por allí a inaugurarlo, o no quiere, o no le da la gana, pues es que eres una desagradecida que reniegas de tu pueblo y de tu gente. Si es que manda narices...

martes, 4 de septiembre de 2007

¿Todo por la pasta?

Ayer tuve una discusión con mi amiga Marisa. No una de esas discusiones de "no me hables más", sino de las que nos gustan a nosotras, las filosóficas. Fue a cuenta de mi último post. Después de leerlo me dijo, "muy bien, superada la segunda fase, es decir, la de incredulidad política, cuando ya te has dado cuenta que es una mentira de cojones y que aquí cada uno va a lo suyo, una debe de optar por tomar uno de los dos caminos posibles: o pasas y que les den por culo, que al final sólo le dan por el culo a uno mismo; o te subes al burro de la política" [perdón por los tacos, es que Marisa es muy mal hablada].

Yo no me podía creer lo que me estaba diciendo. "¿Subirme al burro de la política?", le dije yo, "vamos, ¡ni muerta!". Pero, ella insistía, "no seas tonta, mujer, tú lo tienes fácil, que te hagan concejala de Medio Ambiente o algo así, que todo el que puede lo hace". "Jamás", le contesté, "la independencia es lo que me hace libre, es una cuestión de principios, igual que no hago periodismo del corazón". "Vale, la cosa es meterte conmigo", me contestó Marisa.

Y es que, Marisa es periodista del corazón, aunque yo la quiero igual. Y no es que quisiera meterme con ella, pero lo que le dije es verdad. Meterme yo en política sería igual que meterme a hacer corazón, es decir, terminar con mis principios.

Son dos profesiones muy respetables, que no digo yo que no, pero una tiene unas convicciones y de ahí no la sacan. Las mías vienen por lo profesional, para bien o para mal soy adicta al trabajo, ¿qué le voy a hacer? Y claro, lo de meterme en un partido rompería con la primera regla ética del periodismo, la independencia, y lo de meterme a corazón, rompería con todas, la verdad (lo siento, Marisa...).

Que no digo yo que no sea ético ser periodista del corazón, porque dentro de este periodismo también hay modos y modos de trabajar, de hecho mi amiga dice que a ella le gusta por eso de descubrir lo que tratan de ocultar, de destapar la verdad y todo eso. Que digo yo, que podía haberse dedicado mejor al periodismo de investigación. Pero, claro, no se gana lo mismo...

Y es que, al final, ahí radica todo. Yo creo que la sociedad está demasiado obsesionada con el dinero. Un buen sueldo, casa, coche, perro... ¡Qué agobio, por dios! Que no digo que yo no quiera tener todo eso también, pero tampoco es cuestión de conseguirlo a cualquier precio.

Pero, claro, eso también son formas de ver el mundo, cada uno con la suya. La mayoría de la gente ve el trabajo como una parte horrible pero necesaria en su vida para subsistir. Yo no puedo. He vivido así, por supuesto, porque en esta vida hay que hacer de todo para salir adelante. Pero, mi meta siempre ha sido disfrutar con el trabajo, convertirlo en una forma más de vida. Y lo voy consiguiendo, la verdad.

Que podría trabajar en corazón y ganar cuatro veces más, pues sí, o meterme a política y a ver si me retiro, pues también, y además tendría cuatro veces menos quebraderos de cabeza, seguro. Pero, ¿y la satisfacción de levantarte por la mañana ilusionada con lo que te depara el día y acostarte por la noche con la sonrisa en la cara por lo bien que te ha ido hoy? Eso no hay dinero que lo pague, amigos.

El ser político

Acaba de llamarme mi amigo Carlos, el argentino de ayer, sí, para decirme muy contento que "por fin" ha ganado el socialismo en Santa Fe. "Ah", le dije yo extrañada, porque la verdad no entendía a qué venía tanto revuelo. Luego me explicó que el socialismo llevaba sin gobernar en esta región argentina desde hacía 21 años, que siempre había ganado el peronismo. Y yo, "ah, pues muy bien", le dije, suponiendo que su alegría se debía a que este partido traería ciertas mejoras para esa zona del país y a que estaba ilusionado por el cambio. "Los cambios siempre son buenos", le dije yo.

La sorpresa vino cuando, a continuación, me dijo: "sí, es que mi papá es muy amigo de los socialistas y eso significa que voy a conseguir un trabajo del estado para toda la vida". Estupefacta me dejó. "Pero, bueno, chico, ¡o sea a que a ti lo único que te interesa es que te enchufen de funcionario!", le dije indignada. "Pero, boluda, ¿vos sabés lo que es trabajar para el estado? ¡De ahí ya no te mueven ni muerto!". "¿Y si ese trabajo te lo hubieran dado los peronistas?", le pregunté. "Y, bueno", me contestó, "si mi papá tuviera amigos peronistas hubiera preferido que ganaran ellos, obvio".

¡Qué decepción! No le dije nada más, la verdad, ¿para qué? Pero, la historia me dejó pensando. ¿No será esa misma la idea que tengan los militantes de los partidos de aquí de España? ¿Por qué se afilia uno a un partido político? Es una pregunta que suelo hacer a los concejales que me toca entrevistar de vez en cuando. Todos te contestan cosas muy bonitas: "me afilié en la época franquista para luchar contra la dictadura", dicen unos; "la política es parte de la vida", afirman otros; "las cosas hay que cambiarlas desde dentro", explican los más activistas; "siempre tuve vocación de servicio ciudadano", aseguran los más humildes...

Seguro que algunos lo dicen sinceramente, pero seguro que también hay muchos que piensan como mi amigo el argentino, ser político = facilidades laborales. Y es que, en el fondo, ¿no lo vemos a diario? Yo me suelo quedar boquiabierta cuando veo a los políticos tirarse los trastos a la cabeza por la más mínima chorrada.

Basta fijarse un poquito para darse cuenta. Da igual quién gobierne y quién esté en la oposición: el que está abajo siempre busca estar arriba a toda costa. Y, algunos dirán, "claro, porque creen que su programa de gobierno es el mejor". Y yo digo, muy bien, pero entonces, ¿por qué cuando llegan al gobierno acaban haciendo exactamente lo mismo que criticaban de los otros cuando estaban abajo? Porque eso pasar, pasa, sólo basta tirar de hemeroteca para comprobarlo.

Y, al final, lo de siempre, el idealismo acaba hecho jirones por el ansia de poder y los que pensábamos que la política era el arma para cambiar el mundo y soñamos con la lucha común por el bienestar, nos miramos en el espejo y nos damos cuenta de lo pringados que somos, mientras los más listos aprovechan la ocasión para sacar beneficios de todo lo beneficiable.

¡Qué asco!

lunes, 3 de septiembre de 2007

Mi amigo Carlos

Ayer me llamó un amigo argentino al que hacía muchísimos años que no escuchaba. Me llamó para contarme que está en España, que ha vuelto. Él va de distinto, de que no es como todos los argentinos, como todos los argentinos, vamos. Y, bueno, un poco distinto sí que es, al menos en la parte económica. Su familia no está del todo mal situada. Pero, de resto, como todos. Suena mal, ¿no?

Pues, no. Yo no soy ni racista, ni xenófoba. Pero, eso de que los estereotipos están desajustados, lo siento, pero no lo comparto. Yo creo que todos, incluidos tú y yo, por el hecho de haber nacido en un lugar, compartimos una serie de características que, nos fastidie o no, nos identifica en cualquier parte del mundo.

Cada persona es un mundo. Sí. Estoy de acuerdo. Pero, ese mundo comparte muchos rasgos con el mundo que les rodea. Entra dentro de la lógica. Si uno nace en un lugar en el que la gente se comporta de una determinada manera, vive de una determinada manera, por mucho que luchemos contra ello, inevitablemente quedará algo de eso en nosotros.

Así que, sí. Los catalanes suelen ser peseteros, unos más otros menos, pero algo cala en todos ellos desde pequeños porque su sociedad se comporta de una determinada manera y uno crece acostumbrado a ese comportamiento y viéndolo como normal. Lo mismo los andaluces, que son muy graciosos pero muy falsos, pues habrá unos que sí y habrá otros que no, pero al final, sí, porque si creces capeando la falsedad con gracia a tu alrededor, algo de eso se te tiene que pegar.

¿Y los canarios estamos aplatanados? Pues oye, sí. Porque uno crece viendo que si se escapa la guagua ya vendrá otra y, si no viene, pues bueno, hacemos dedo; porque eso de correr con este clima que tenemos y estas cuestas, que para arriba, que para abajo, pues como que no, que se llega igual andando y sin sudar.

Pues de eso le hablaba yo a mi amigo el argentino. Porque me preguntaba que cómo tenía que comportarse para hacerse al país. Y es que, él estuvo por acá (como dice él) hace unos años, pero de vacaciones y, claro, lo mismo no es. Ahora se ha venido a trabajar y anda preocupado porque no sabe si "quedará", que él dice.

Yo le dije que lo que tiene que hacer es luchar contra el estereotipo, porque, para su desgracia, el argentino de los piropos y el verso, en España, ya está muy choteado y ahora, la imagen que tenemos todos del carácter del argentino es, con perdón, la de que es un vago. Y el me decía: "pero bueno, boluda, no es tan así, yo vengo a laburar y le voy a pegar duro". Y yo: "que sí, que no lo dudo, pero aquí entre tú y yo, tú sabes que lo que para ustedes el laburar consiste más bien en hacer que trabajas hasta que se cumple la hora y, mi niño, aquí les tenemos ya a todos calado". Y me decía: "y bueno, un poco así sí es".

"Y la culpa no es de ustedes", le decía yo. Y de verdad lo pienso. El caso es que uno nace en un país en el que o la clavas o te la clavan y uno se acostumbra a clavarla primero. Si la costumbre es que el empresario te explote, uno se vuelve experto en explotar al empresario, no hay de otra. Y no está mal, así funcionan las sociedades. Pero, con esto de la globalización, la cosa se complica, porque ahora llegas a otro país en el que las cosas funcionan distinto y uno sigue con la dinámica de siempre, porque es algo innato, que aprendió de chico, y claro, todo mal.

Total, que le dije yo a mi amigo: "Mira, Carlos, tú lo que tienes que hacer es trabajar más que los españoles". Y el otro, que no le convencía: "pero, boluda, tampoco la pavada". Y es que al argentino no le gusta que se la den con queso y ese sano deporte español de bajarnos los pantalones por un buen puesto, como que no lo ve muy claro.

Yo espero que se adapte, porque quererlo le quiero un montón y es buena gente el jodío. Pero, claro, argentino.

Cuando colgué el teléfono, luego, me quedé pensando: con tanta inmigración y emigración, mezcla de culturas y de sociedades (argentinos, colombianos, ecuatorianos, venezolanos, rumanos, marroquíes, saharauis, mauritanos...), ¿cuál será el estereotipo del español dentro de veinte años? Porque españoles somos todos, pero aquí ya no se sabe ni de dónde somos. Será curioso ver en qué nos convertimos...

Yo por lo pronto, ya me he aficionado al mate (ummmm... mateeee), a los dulces marroquíes y estoy a ver si me llega el sueldo para acostumbrarme a dormir la siesta en una hamaca colgada del balcón... por irse una reestereotipando, vamos, que el que no corre, vuela.